
Dice la Leyenda...
Como Leyenda hay varias que dan origen al "Santoral Profano" correntino. Cada indio que se llevo una imagen, tallada por sus manos, tubo una conciencia distinta de su santo, o de su dios o de su protector.
De la tribu Guacarás
Cuenta la leyenda que la tribu de los Guacarás, que tuvo su asentamiento en lo que es hoy Santa Ana de los Guacarás, al irse los Jesuitas de América, los indios tomaron las imágenes de la iglesia. En una de ellas había un tríptico en donde estaba representada la Tentación de Jesús en el pináculo del Templo de Salomón. Con los personajes de: Jesús, El Diablo y La Muerte y la victoria de La Muerte debido a un traspié de Jesús. Los indios se repartieron el tríptico formado por esas tres tablas talladas por ellos. De esa manera se fueron cada uno por su lado. Los indios continuaron efectuando los cultos y rituales, pidiéndoles protección a esas tablas. Esto dio origen a lo que hoy en día se conoce como el Culto a San Diablo (la tabla con la imagen del Diablo); a Jesús que no sufrió demasiadas transformaciones y a San la Muerte (también de la tabla con la talla de la Muerte). Luego al volver los sacerdotes a ejercer los oficios religiosos, estas santificaciones se adaptaron a las capillas cristianas.

La Leyenda del Rey Justo

La Leyenda de EL Payé
En los Esteros de Iberá se cuenta otra leyenda que forma parte de la historia de este Santito: Cuentan los lugareños que en la región, hace 150 años aproximadamente, había una prisión en donde estaban albergados los leprosos. A estos, por miedo al contagio, los tenían apartados de los demás reclusos, en una edificación alejada, En el pueblo existía un “Payé” (medico brujo), unos dicen que fue un monje Franciscano o un monje Jesuita que cuando Carlos III de España los expulso de la región, se quedó en el lugar para ayudar a los indígenas. Este Payé era conocido por su poder de curación, a través de la administración de yuyos, brebajes, curaciones “de palabra” y oraciones, la administración de una “agua curativa “. Era su gran amor al prójimo, por el necesitado y el enfermo que lo llevaba a diario a adentrarse en las celdas de los leprosos para ofrecerles agua y buena compañía en la culminación de sus vidas debido a esa terrible enfermedad.
Este monje era poco para toda la comunidad. Sus tareas se debían multiplicar para dar auxilio a todos los que requerían de su ayuda, curar males del cuerpo como así también males espirituales, o bien sacarle “algún daño” a una persona que había sido victima de algún “ojeo”, por otra mal intencionada.
El Payé se hacia su tiempo para correr hasta la orilla del río (o Laguna), sentarse bajo algún árbol frondoso, ponerse en cuclillas, y meditar mirando correr el agua.
Todo seguia igual, con la monotonía de siempre, ayudaba a las personas del poblado y de los que venían de la selva; llevando el agua para calmar la sed de los enfermos en el leprosarío; tomándose el tiempo para descansar su delgado cuerpo a la sombra de un árbol en la orilla del río.
Los sacerdotes al retornar al lugar para continuar sus labores de evangelización y enterarse de la presencia del Payé, confabularon con las autoridades locales y lo hicieron apresar, Lo encerraron en una celda con los leprosos. El Payé, sin oponer resistencia se dejó conducir, pero en protesta comenzó un ayuno de pie. Apoyándose solo en un callado (bastón largo que utilizan los pastores o los viajeros para ayudarse a caminar), de pie, hasta que la muerte le llegó. Nadie se había dado cuenta de su muerte hasta después de un tiempo prolongado al abrir las puertas de su celda lo encontraron muerto, de pie con su túnica negra, apoyado en el callado (que tenia forma de L invertida) con sus carnes consumidas. El Payé era solo su esqueleto cubierto por la piel.
El apodo de Señor La Muerte puede venir, porque Payé, se ocupaba de las personas con lepra, (que en esa época tener esa enfermedad, la cual no tenía cura, era una sentencia de muerte segura).